Entro a una tienda. Pido un par de juegos y pregunto el precio de otro. De repente veo a mi izquierda un muñeco de un Rabbid, con el logo en francés. "Les lapins crétins", pone. Y uno, que fue estudiante de francés en su día y tiene el móvil en la mano, siente la necesidad idiota de hacer una foto al logo. Ya ves tu. En esto que la dependienta se gira. "Esta prohibido hacer fotos, no puedes hacer fotos", me dice. Y yo, que soy curioso y tengo mucho en común con mi sobrino de 3 años, solo acierto a titubear "¿Por qué?".
Porque está prohibido. Porque lo pone fuera, en un cartel en la entrada al centro comercial. Porque esta es mi tienda porque estas atentando a mi derecho a la intimidad. Porque no puedes. Porque aquí solo pueden hacer fotos los anunciantes. Si eres anunciante si puedes hacer fotos. Pero tu no lo eres. Así que no puedes hacer fotos.
Tal cual, con pausa entre frase y frase, para que pareciera que el chaparrón había pasado pero con la firme intención de volver a martillear después. Y ahí estoy yo, de pie en una tienda en la que me voy a gastar cien euros, sintiéndome idiota mientras una dependienta me acusa de espionaje y me lee sus derechos. Hasta que me doy cuenta de que no tengo que aguantar nada de eso, que en una transacción las dos personas tienen que estar de acuerdo con el precio y el producto, y de repente el precio es muy caro para el producto que me ofrecen. Así que la digo que entiendo que sea su derecho el no dejarme hacer fotos pero que ya no voy a comprar el juego. Y salgo de la tienda.
Segundo intento.
Voy a otra tienda de la misma franquicia. Esta vez pido tres juegos, que veo otro detrás del mostrador que tambien es regalable. Aguanto la cantinela del seminuevos y respondo que no, que los quiero nuevos. El chico se va y vuelve al poco tiempo con un disco dentro de un sobre transparente y se va en busca de una caja.
-¿No lo tienes cerrado?
-Es nuevo, ¿eh? No está usado.
-Ya, pero prefiero que esté cerrado.
-Solo tengo este.
-Hmpfg... Bueno, vale.
Poco después vuelve con otro segundo sobre con disco.
-¿Pero...? ¿Pero este tambien está abierto?
-Si.
-¿Y tampoco lo tienes cerrado?
-Pues no, lo siento. Pero están nuevos, ¿eh?
-¡Ya, pero es que como voy a regalar juegos abiertos!
-Si quieres puedes ir a otra tienda...-me contesta con educación y sin animo de molestar.
Y no, no voy a otra tienda. No lo hago porque estos días acercarse a un centro comercial es una pesadilla y aunque no me sobra el tiempo, lo hacen las ganas. Uno está harto de que le taladren el cerebro con interesados discursos de colegueo para que les regales tus juegos y se los puedan vender a otro. Está cansado de que un juego solo sea seminuevo cuando lo dicen ellos. Está agotado de cadenas que les das igual porque detrás de ti hay otro cliente.
Pero no, no estoy cansado solo de ellos. Tambien estoy cansado de los otros. De los que se han puesto su pequeña tienda. De los que no bajan el precio aunque no puedan entrar al almacén. De los que no ganan millones de euros pero ponen a la venta un Resident Evil de GameCube a 70 euros. De los que vuelven a precintar las cajas para hacer que los juegos parezcan nuevos. De los que dicen preocuparse del trato con el cliente y te dicen que por un Super Metroid precintado en perfecto estado te ofrecen 20 euros cuando sabes que lo van a revender a 120. No, la mayoría del pequeño comercio de juegos tampoco es la solución.
Luego hay lloros cuando miramos hacia Zavvi porque hacen fraude fiscal.